6/19/2006

El tiempo dirá...

El nuevo jefe electoral
Ismael Fernández

Tras varias semanas de búsqueda y negociaciones para conseguir la persona ideal, los partidos políticos seleccionaron al juez Ramón Gómez para nuevo presidente de la Comisión Estatal de Elecciones. El designado, que estaba retirado de la judicatura, entra en funciones inmediatamente.

Al jefe electoral, que preside el sistema eleccionario de la Isla, le basta con respetarse a sí mismo para ser aplaudido por todos. No necesita ser un genio para darse a querer y a apreciar por los compañeros de trabajo y por el país entero.

Su desempeño exige honestidad, balance, respeto y desde luego, total independencia de carácter.

Ni con uno ni con los otros: sólo con la interpretación de la ley, los procedimientos y la adjudicación de las controversias que surjan.

Tan pronto se desvíe de ese marco de referencia, carga los resultados a favor de uno de los partidos, como ocurrió en las pasadas elecciones cuando una decisión suya le dio la gobernación a Aníbal Acevedo Vilá.

El daño es casi irreversible.

Por alguna razón escondida hasta ahora los predecesores del juez Gómez han tenido la tendencia de inclinarse y decidir a favor del Partido Popular. A mi recuerdo llega el primer caso, cuando se decidió hace un fracatán de años el resultado del distrito representativo 34, de Fajardo/Río Grande, que se le adjudicó al PPD y le dio a ese partido y a Severo Colberg la presidencia de la Cámara de Representantes.

Por coincidencia y algún grado de malicia en las decisiones del Tribunal Supremo, también han sido favorables al Partido Popular casos que envuelven los mejores intereses de ese partido político.

Personalmente confío en que con el juez Gómez la situación sea diferente. No es que el nuevo jefe electoral favorezca al PNP o al PIP, ni que desfavorezca al PPD. Es que resuelva por el libro, al filo de la balanza, por la ley y los reglamentos.

Cuando surgió durante el conteo de las pasadas elecciones la controversia de los llamados pivazos, votos por un candidato pipiolo y por otro candidato popular, lo lógico era que esas papeletas fueran nulas. Pero su validación sentó las bases del pleito, y al validar los votos favorecieron a Aníbal.

Lo demás es historia reciente: de noche, el caso pasó al Supremo, cuyo juez presidente estaba ausente de la Isla y su presencia fue reclamada por sus compañeros, todos populares, para reunir la mayoría de cuatro votos jueces a favor del candidato del PPD.

Mientras tanto, en la Corte Federal se dilucidaba un pleito relacionado con los votos adjudicados y el Supremo sentó las bases para acudir a Boston y soslayar el proceso local.

Como cuestión jurisprudencial y en derecho, el asunto, sobre las bases sentadas, se resolvió finalmente a favor del Partido Popular y el resultado final fue la elección de Aníbal Acevedo Vilá.

Todo comenzó en la oficina del jefe electoral.

Los comisionados de los partidos políticos velarán esta vez que no quede ni un recoveco por el cual se puedan colar interpretaciones prejuiciadas como la que llevó al saliente comisionado a permitir el triunfo del candidato popular a la gobernación en el 2004.

Y si surgiera la ocasión basta con resolver con libertad de pensamiento, como manda en un funcionario que se respeta a sí mismo.

Quienes conocen al juez Gómez dan fe de su lealtad a la justicia y de su capacidad para honrar la fe puesta en él por el sistema y por los que le dieron su confianza unánime cuando lo seleccio- naron.

Puerto Rico lo necesita y los electores deben tener fe en su buen juicio.

Y luego a esperar los acontecimientos para juzgar.

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