5/21/2007

Ismael Fernández opina sobre la encuesta

La encuesta

Ismael Fernández
Periodista

Las encuestas de El Nuevo Día, desde que se publicó la primera hace un fracatán de años, han dado mucho de qué hablar. Y la que el País vio y leyó por varios días la semana pasada no es excepción. Por lo menos en las próximas cuatro o cinco semanas será tema obligado de conversación y análisis.

Con la postulación de Rosselló para la Gobernación en el 2008, y de sobremesa el inminente desenlace de la investigación federal sobre el gobernador Acevedo Vilá, lo acusen o lo exoneren, y el descalabro de la economía del País que sigue en picada, los puertorriqueños tendremos un festín de chismes, rumores, expectativas y sensacionalismos que se extenderá hasta que Pedro, o el que sea, tome posesión de La Fortaleza el 2 de enero del 2009. De ahí en adelante comenzará un nuevo capítulo que no puede ser menos interesante, o espeluznante, que el que vivimos desde hace unos cuantos años.

Desde luego, las encuestas de opinión, todas, miden el pensar y sentir de la gente en el momento de las entrevistas. Como dijo Perogrullo a principio del siglo pasado, y ya lo había dicho Colón cuando salió del Puerto de Palos para descubrir América hace más de cinco siglos, la verdad se sabe al final, cuando estamos sufriendo o disfrutando los resultados con todas sus consecuencias. A veces son contrarios a lo que deseaba y decía la gente al ser encuestada.

Por eso Aníbal se ríe a carcajadas y les recuerda a todos que regularmente lo derrotan en las encuestas, pero en las elecciones sale victorioso. Esa es la única esperanza que le queda al Partido Popular y al Gobernador en estos momentos cuando la mayoría dice que tienen los días contados. O, como hubiera dicho Muñoz Marín, van barranco abajo y no hay quien los salve.

En el aspecto político, que divierte más y provoca más roce entre las masas y por momentos nos permite pasar por alto los dolores y apuros en áreas importantes de la vida como la salud, la educación, el bolsillo y las contribuciones que nos abacoran, hay que aceptar que esos muertos que muchos mataron en realidad gozan de buena salud. Ejemplo sobresaliente es Pedro Rosselló.

Investigado 24 veces y arrastrado camino a la cárcel por un secretario de Justicia antiético, soberbio y con actitud de lacayo que anduvo errante buscando un juez manipulable, Rosselló se mantiene luchando por sus ideales, confiado en el porvenir y seguro del respaldo de quienes creen como él.

¿Y Fortuño? Tiene prisa y a pesar de que está pasando los cuarenta, da la impresión que no tiene tiempo para esperar el momento apropiado. Ha demostrado talento para amasar fortuna, hacerse querer de poderosos e influyentes patrocinadores, es un profesional del derecho respetado y exhibe una figura atractiva, pero el ajoro que lleva no lo dejará llegar. Ni en el 2008 ni en el 2012.

La inexperiencia en el ajetreo político se paga con el fracaso y, en mi parecer, con todo el espacio disponible para la discrepancia, Fortuño necesita aprender mucho para llegar a ser el jugador más valioso. No tardaremos mucho en saberlo. El hambre de poder a veces es muy mala consejera.

Sencillamente la fruta no está madura para Fortuño. Y créanme si les digo que le deseo buena suerte, porque de cualquier manera podría ser el futuro del PNP. Si se da cuenta, la clave del éxito en la arena política es cuestión de una buena dosis de cálculo y esperar el momento oportuno.

Don Luis A. Ferré calculó bien y cuando le llegó la oportunidad se lanzó, sin titubear ante la adversidad, y logró su cita con el destino. Aquel don Luis, luchador en varias campañas, veterano de muchos tropiezos, sería un buen ejemplo a seguir por este Luis. Novato e inmaduro en la lucha política.

Estamos comenzando.

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